HISTORIA E CIENCIAS SOCIAIS

12 may 2012

O que xa temos

Fotografía de Marcel.lí Sàenz


Escribe Juan José Millas:
Leonardo Agustín Ganchozo, ecuatoriano de 37 años, perdió una mano trabajando sin contrato. Reclama justicia. Quizá tras la reforma laboral casos así ya ni merezcan atención.
Este hombre no es Ignacio López del Hierro, ni José Folgado ni Alberto Nadal, ni Josep Piqué, entre otros; este hombre no es nadie, quiere decirse que tampoco ha perdido la mano en uno de esos consejos de administración donde se cobran 180.000 euros al año por trapichear con información privilegiada. En los consejos de administración de las grandes empresas, participadas o no por el Estado, no se pierden las manos, se pierde la vergüenza, pero hay cola de gente deseando perder la vergüenza, que constituye un estorbo no ya para medrar, sino para sacar a la familia adelante. Ya vaticinó María Dolores de Cospedal, esposa del citado López del Hierro, que si se hiciera una encuesta entre los parados, la mayoría de ellos aceptaría trabajar a cualquier precio, y cualquier precio es cualquier precio. Este hombre, que no es nadie, y sin la mano menos, se llama Leonardo Agustín Ganchozo y viene de Ecuador, lo que significa que no es nadie por partida doble: la primera por pobre y la segunda por inmigrante. Total que una empresa constructora, cuyo nombre no consta, lo puso a manejar sin formación previa una máquina rara y la máquina se atascó y Leonardo Agustín metió la mano para desatascarla y fue lo mismo que si la hubiera metido en una túrmix. Ya en el hospital, se enteró de que ni estaba dado de alta ni tenía contrato ni cristo que lo fundó. Todo esto sucedió antes de la reforma laboral, de ahí que el hombre y su muñón hayan salido en los periódicos. A partir de ahora, las amputaciones, lejos de ser noticia, serán el precio de trabajar a cualquier precio.
Juan José Millás, “Cualquier precio es cualquier precio”, EPS, 29.04.2012.

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